El pasado sábado, en una de las emisiones de noticias de Caracol TV, a raíz de los hechos de la inclusión de Gustavo Petro en la lista OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros), contactaron en vivo y en directo a Michelle Manatt, exasesora del gobierno de Bill Clinton y funcionaria en varios periodos de la Subsecretaría de Estado de los Estados Unidos.
Lo que se percibió en las preguntas de los entrevistadores era la intención de que la invitada cayera con todo a justificar el hecho de que la familia presidencial colombiana estuviera en esa lista negra, al igual que el ministro del Interior Armando Benedetti, pero, bien lejos estuvo la señora Manatt de ese propósito; en su lugar, la exfuncionaria no dudó en señalar que la decisión de Donald Trump de dar tratamiento de narcotraficante al presidente de Colombia es de carácter político, adoptada de manera ligera y sin pruebas, lo que refleja la ausencia del debido proceso y el estilo personal, nada técnico ni diplomático, con el que se están administrando las relaciones internacionales por parte del actual gobierno estadounidense.
Definitivamente llamaron a la analista equivocada. Creyeron en Caracol TV que, porque la lista se llamaba Clinton, los demócratas iban a caerle a Petro sin consideración alguna y resulta que allá en gringolandia también hay oposición y no todos piensan al estilo de la ultraderecha. Los republicanos están en los gozosos porque tienen el gobierno, pero no se nos olvide que esto es cíclico, el péndulo de la opinión va y viene. Hay que tener paciencia y moderación.
Petro no es que sea muy prudente y moderado pero por lo menos, luego de los episodios del megáfono en Nueva York y la entrevista surrealista y poco seria que le dio a Daniel Coronell, parece que entre jueves y viernes se lo pensó mejor y pasó a defender los números del combate al narcotráfico en su gobierno, de manera serena y basado en registros de la ONU.
Y ojo, que aquí el tema no es Petro, es la lucha por la verdad, en un contexto de una guerra contra el narcotráfico que los colombianos hemos librado absolutamente solos; es la lucha por defender la dignidad. A mis amigos uribistas les digo que ganar las próximas elecciones no justifica que postremos al país entero a la humillación que Trump nos hace cuando se refiere a nosotros, como si aquí todos estuviéramos metidos en el monte en una cocina procesando cocaína, para enviársela a los inocentes e ingenuos norteamericanos, que consumen drogas y se mueren de sobredosis, solo porque nosotros se las suministramos.
Adenda. Mucho antes del juicio que concluyó la semana pasada, manifesté que era mi deseo que el expresidente Uribe saliera bien librado de los delitos de los que se le acusaba, como en efecto sucedió; en buena hora por la salud y la tranquilidad de este atormentado país, asegurando con ello que tengamos unas elecciones con una derecha entusiasmada y sin la excusa de la persecución judicial. Pero ojo, Uribe, por el rigor del procedimiento y la estricta técnica legal para valorar las pruebas, podrá no ser culpable, pero tampoco es inocente, no lo es, como no lo es ninguno de los colombianos que alguna vez han considerado que la paz se justifica, aun si se construye sobre un campo de vidas segadas en su nombre.


