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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadLA VIDA NO ES HERMOSA

LA VIDA NO ES HERMOSA

 

 

Esther tiene 27 años, es profesional, inteligente y, a ojos de muchos, “tiene todo para ser feliz”. Sin embargo, desde hace meses vive con un cuadro depresivo grave. Se siente atrapada en una niebla emocional que le roba la energía y el sentido de las cosas. Una de las situaciones que más la entristecen es la forma en que sus padres, con buena intención pero poca comprensión, intentan animarla: “La vida es hermosa”, le repiten, y agregan que “quien desea morirse es alguien muy desagradecido”. Lo que sus padres no saben es que, aunque esas frases busquen motivarla, a Esther le producen culpa y soledad. La hacen sentir incomprendida, como si sus emociones fueran una falla personal y no la manifestación de un sufrimiento real. La idea de que “la vida es hermosa” se repite como un eslogan cultural, pero no siempre corresponde a la experiencia íntima de las personas. La vida, en realidad, es compleja. Está hecha de momentos de alegría y logro, pero también de pérdidas, fracasos, angustias y retos que pueden sobrepasar a cualquiera. No se trata de negar que existan cosas hermosas, sino de aceptar que la existencia no es un paisaje idílico continuo: es un terreno accidentado en el que se mezclan flores y espinas.

 

Decirle a alguien en depresión que “todo es lindo” es como invitar a un ciego a contemplar un atardecer: la intención puede ser buena, pero el mensaje no se ajusta a su vivencia. Más aún, puede hacer que la persona se sienta aislada en su dolor, creyendo que es la única que no logra ver esa supuesta belleza omnipresente. Como seres humanos, tenemos derecho a sentir tristeza, ansiedad o miedo. Estas emociones no son debilidades: son expresiones naturales de nuestra condición. La tristeza, por ejemplo, puede ser una señal de que algo importante para nosotros se ha perdido o necesita atención. Negar o minimizar estas emociones no las hace desaparecer; al contrario, puede profundizar el sufrimiento. Reconocer que la vida también es difícil nos permite hablar de lo que duele sin sentir vergüenza. Y hablar es el primer paso para buscar ayuda. Así como nadie se sentiría culpable por tener fiebre o dolor físico, tampoco deberíamos culparnos por experimentar dolor emocional.

 

Algunas acciones pueden ayudar a una persona en crisis emocional. Por ejemplo, cuando alguien atraviesa un momento difícil, más que aconsejar, es fundamental ofrecer un oído atento y empático. Frases como “entiendo que te sientas así” o “es lógico que estés triste por lo que pasó” pueden ser más útiles que un optimismo forzado. Mantener vínculos con personas que nos respeten y comprendan favorece la resiliencia. Tanto lo bueno como lo malo son transitorios; esta conciencia ayuda a no quedar atrapados en un único estado emocional. La vida no siempre es hermosa; a veces es dura, injusta y agotadora, pero también es el espacio donde, en medio de la dificultad, se pueden construir momentos de sentido, afecto y serenidad. Reconocer su complejidad no nos hace pesimistas: nos hace más humanos, más capaces de acompañar y de ser acompañados. www.urielescobar.com.co

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