Por Luis Fernando Cardona Gutiérrez
Eran otros tiempos. Las ciudades eran pequeñas. Colombia era rural. Las plazas principales estaban ocupadas por toldos donde vendían víveres. El clima era menos cálido. La gente era más solidaria. Los periódicos más pequeños y los temas más trascendentales.
La gran guerra ocupaba los encabezados. Cuando estalló, el país rompió relaciones con las naciones del Eje (Alemania, España e Italia). Washington ya adelantaba operaciones en Colombia con el beneplácito del presidente Santos (Eduardo), a cambio de ayuda militar. Y tras el ataque a Pearl Harbor, los estadounidenses operaron con toda libertad en Colombia. Ya el país estaba dividido, polarizado dicen ahora, entre liberales y conservadores, y los que gobernaban eran odiosamente excluyentes. Paradójicamente, las letras eran noticia. No como hoy. Una poesía podía ocupar la primera página y la publicación de un libro nuevo, era noticia de portada.
En ese contexto, nació EL FUETE. El pequeño periódico fundado en 1942 por mi padre, Néstor Cardona Arcila, con la finalidad de ponerse “al servicio del buen humor y los intereses de Pereira”. Una publicación semanal que sometía a los malos gobernantes al escarnio de la opinión pública, y en especial a quienes abusaban del poder. Aunque esta actitud, podía costarle una arbitraria privación de la libertad al periodista.
Pereira no tenía más de 50.000 almas. Todos en la ciudad se conocían. Frecuentaban los mismos lugares. Había una única plaza de mercado, los parques eran escasos. Matecaña quedaba en las afueras. Las personas consumían los mismos productos y frecuentaban los mismos lugares de recreo y diversión. La lectura de EL FUETE era obligatoria en los hogares peieranos. Era el alimento espiritual de una comunidad que hablaba por boca ajena, porque le era más cómodo verse reflejada en los artículos que firmarlos y afrontar las consecuencias.
Ocho páginas eran suficientes. En la primera, caricaturas recortadas de los comics del momento y aplicadas a los personajes de marras. En su interior, columnas cargadas de ironía y sátira, humor político y comentarios donde se reclamaba buen comportamiento de los ciudadanos, pues ya algunos excesos e irrespetos comenzaban a aflorar. Todas estas expresiones llevaban el sello de un periodista y poeta visionario que supo interpretar el alma de su pueblo.
Hoy, el mundo se debate en otro tipo de guerras. El suelo colombiano ya no está prestado al gobierno americano sino a las multinacionales. La patria boba no libra batallas entre liberales y conservadores sino entre extremas de derecha y de izquierda.
El chiste fácil, el gracejo oportuno y la sátira política están ausentes. Los kioskos de prensa pertenecen al pasado. Ya nadie o casi nadie, compra un periódico, salvo para llevar la evidencia de la publicación de un edicto. Hoy solo se lee lo que publican en las redes. Hoy, hacer humor es un riesgo que no se castiga con la cárcel arbitraria, sino mucho peor, puede costar la muerte o el destierro. Aún así, los herederos de Can creemos que todavía es posible liderar opinión pública a través de la palabra escrita. De ahí nuestra persistencia y la de mis amigos en promover las libertades desde WWW.ELOPINADERO.COM.CO. Ojalá y el tiempo no nos quite la razón.
Néstor Cardona Gutiérrez y Luis Fernando, que deleite sus tertulias,cargadas de un recorrido histórico y geográfico, con agudeza humorístico_ política, con pensamiento crítico, con conocimiento universal desde lo humano y periodístico. Herencia del Mejor: CAN.
Excelente columna, una mezcla de emociones donde se contrasta el ayer y el hoy de nuestras generaciones. Bravo por recordar en pocas frases lo importante que es no perder la identidad!!
qué tiempos aquellos. Yo era un muchacho amigo de los hijos de CAN, ante todo de Néstor. Conversé muchas veces con ese señor mágico, extraordinario y querido por todos, que sembró el buen humor en Pereira y cosechó la alegría que inspira a la ciudadanía pereirana.
Tenía tanto poder EL FUETE que si llegabas el viernes a la casa sin él, te daban FUETE.