Cuando nuestros grandes amigos o familiares abandonan esta tierra, nos recuerdan esa insondable y antiquísima pregunta que reza: ¿De dónde venimos? y ¿Hacia dónde vamos?
En días pasados falleció el maestro Luis Alberto Chaparro Rodríguez. No fue difícil por aquellos días de su existencia tener empatía con el estudioso e inquieto personaje que con tanto éxito llegó a profundizar en áreas de la ciencia, en temas incomprensibles para cualquier ciudadano del común y difícilmente para cualquier académico que entrara a debatir sobre el Big-Bang, los agujeros negros, la materia y energía oscuras, la ciencia cuántica, la astrofísica, los núcleos atómicos, y otra inimaginable cantidad de inspiradoras investigaciones encerradas en la cosmología per se.
Con el perdón que mi amigo pueda darme desde el más allá, confeso y con un dejo de tristeza me hablaba de su timidez para hablar en público, sintiéndose incompetente en ese aspecto de su vida. Creyó que su cara y su humilde mirada revelaban una aparente inseguridad autocorregída orgullosamente, abrazado a su amor y dedicación por la ciencia.
Por mis recuerdos, nunca pasó especular sobre su autoestima, y en su recorrido al deshacer los pasos, se robó de mis archivos la única fotografía que estuve buscando hasta la saciedad para publicarla iluminando este pequeño homenaje desde mi columna.
Y es que chaparrito, como le llamé cariñosamente por muchos años, falleció buscando continuamente la verdad, una verdad que fusionara la ciencia con algo extraordinario que pudiese comprobar la existencia de Dios.
Hace unos años me sorprendió con esta gran gran noticia: ¡ Hemos encontrado la partícula de Dios ! Y lo dijo basándose en la novedosa idea de que existe una partícula o fuerza fundamental en el universo que podría ser considerada como la base de la existencia y la conciencia. Claro me quedó entonces que ¡ Chaparrito pudo ser un hombre creyente ! Aunque en aquel entonces no le entendí ni pío, sí pude enterarme por algún medio, que dicha definición por ser vaga y ambigua, dificulta su estudio y análisis.
Sinembargo, cabe agregar que Luis Alberto Chaparro por obvias razones nunca se quiso definir como un agnóstico o un ateo, no obstante su largo tiempo en quemarse las pestañas hurgando la verdad, esa misma que Jorge Luís Borges y muchos otros grandes pensadores quisieron encontrar llevándose sus argumentos al más allá. Y debo reconocer que de cuando en vez lo pensé escéptico, encerrado en el debate del ser y de la existencia, sin atreverse a disertar sobre epistemología o sobre la evolución darwiniana, o en otros temas afines.
De otro lado, su paso por el periodismo fue fugaz al publicar sus comentarios y opiniones en El DIARIO (antes Diario del Otún) y en el cadapuediario IDEA LIBRE. Sentía una gran necesidad de ahondar en la manera de hacerme entender de mi selecto grupo de lectores.
Los sueños del inolvidable chaparrito volaron hacia el infinito conocimiento científico bajo perspectivas cósmicas y cosmológicas. Quedo en la tarea de encontrar la fotografía.
Te extrañaremos. Paz en su tumba!!
Directivo SOER (Sociedad de Escritores de Risaralda)


