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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

Actualidad“SÍNTOMAS QUE HABLAN”

“SÍNTOMAS QUE HABLAN”

Vivimos en un tiempo donde la prisa se ha vuelto costumbre, donde el “tengo que” ha reemplazado al “quiero”, y donde el cansancio se normaliza como parte del éxito. En medio de este trajín, el estrés se presenta como ese primer susurro del cuerpo, un mensajero que no llega para castigarnos, sino para advertirnos. Una cefalea recurrente, una contractura en el cuello, una irritabilidad inexplicable o una noche en vela son, en realidad, formas de decirnos: “detente, estás ignorando algo”.

Pero no lo escuchamos; tenemos una capacidad extraordinaria para adaptarnos, y, paradójicamente, ahí radica parte de nuestra tragedia; nos acostumbramos a vivir mal; a caminar con piedras en los zapatos del alma; a convivir con la tensión como si fuera un huésped permanente.

Entonces, cuando el estrés no es atendido, cuando silenciamos al cuerpo con tazas de café, pastillas, o frases como “ya se me pasará”, la naturaleza de lo reprimido se transforma. La ansiedad irrumpe; ya no como un susurro, sino como un grito; ya no como una señal aislada, sino como un desbordamiento de todos los sistemas del ser: el cuerpo tiembla, el pecho se oprime, el corazón galopa como si escapara de algo invisible. Y la mente… la mente imagina lo peor.

Aquí es donde debemos hacer una distinción que puede salvarnos: ni el estrés ni la ansiedad son enfermedades. Son mensajes, no maldiciones; son alertas que, si aprendemos a leer, pueden devolvernos a nosotros mismos. Porque si llamamos “enfermedad” a lo que sentimos, buscamos la cura fuera; pero si reconocemos que es una señal, buscamos dentro.

La ansiedad no es una enemiga. Es como ese niño que llora fuerte porque antes no lo escuchamos. Y mientras más la negamos, más ruido hace. No es lineal como el estrés. Es como una ola: viene sin aviso, golpea y se va, solo para volver cuando menos lo esperamos.

En realidad, ambas nos invitan a lo mismo: a vivir con conciencia, a poner límites, a volver a la respiración, al presente, a lo esencial. Nos gritan que el cuerpo no es una máquina y el alma no es un archivo comprimido. Que, si seguimos sin escucharnos, la vida misma se encargará de hacernos parar… a la fuerza.

Entonces, tal vez no se trata de buscar la pastilla mágica, sino de hacer un pacto honesto con nosotros mismos: ¿Qué necesito dejar de cargar? ¿Qué parte de mí me está pidiendo auxilio? ¿Qué debo cambiar, no para rendir más, sino para vivir mejor?

Porque al final, ni el estrés ni la ansiedad son el problema. El verdadero problema es la desconexión de uno mismo. Y sanar comienza, simplemente, por aprender a escucharnos de nuevo.

 

Padre Pacho

 

3 COMENTARIOS

  1. Cierto es Padre, que estámos dejando de lado el transcurrir natural y sencillo de la vida, con todo su esplendor y cono toda su riqueza; para sumergirnos en un mundo que va a velocidades que cuando nos esforzamos por alcanzarlo lo primero que encontramos es ésa luz encendida que nos dice. Deténte ahí, no corras más.
    Gracias Padre Francisco por esa noción que nos da para entender qué es lo que en realidad está ocurriendo con nuestro comportamiento.
    Felicidades 👏

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