Por Pbro. FRANCISCO ARIAS ESCUDERO
No todo lo que nos ha dejado la pandemia ha sido negativo, y aunque hubo densas nieblas cubriendo nuestras plazas, calles y ciudades, que se fueron adueñando de nuestras vidas, llenándonos de un silencio ensordecedor y un vació que paralizó por el miedo nuestro caminar; aunque tuvimos en un principio incredulidad y negación por una realidad inaceptable, incluso rebelándonos contra ella, perplejidad y desconcierto; aunque fuimos aceptando la dura realidad, de tener que convivir con un virus desconocido, en profunda reflexión descubrimos que, aunque la pandemia nunca ha tenido una justificación religiosa, nos ha hecho entender que sigue ahí, y nos toca saber leer este designio duro de la historia; que los designios misteriosos de Dios, no son designios de castigo o venganza; que la naturaleza ha elevado su grito y Dios ha permitido que lo hiciera; que aunque el virus nos cambió la forma de vivir y nos envolvió en una nube oscura, Dios no nos ha abandonado, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy? ¿De donde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré?
Este tiempo de la pandemia nos ha ayudado a sentirnos mas solidarios, a actuar ante el sufrimiento de los demás, a entender la importancia de los profesionales de la salud, a cuidarnos unos a otros, a ser sensatos y prudentes, a proteger y respetar nuestra vida y la de los demás. La pandemia nos impuso unos límites, nos distanció, nos aisló, nos impidió festejar el día de la madre, el día del padre, el día del amor y la amistad, los cumpleaños y aniversarios y celebrar en las cuadras la misma navidad, pero ello nos hizo tomar conciencia de lo importante que es el otro, y los lazos de consanguinidad y afinidad que debemos estrechar permanentemente.
Esta pandemia nos ha hecho reflexionar sobre nuestra casa común, una tierra que no nos pertenece, somo nosotros quienes le pertenecemos a ella; entender que nosotros no podeos vivir sin ella, pero ella si puede vivir sin nosotros. Que somos solo un hilo de ella, y lo que le hagamos al tejido, afectará toda nuestra condición existencial.
Ha sido un alto en el camino para reflexionar, que no podemos hablar de progreso por cada acto que glorifique el disfrute de matar cualquier ser vivo. Esta pandemia nos ha permitido, no asistir este año a aquellos actos de barbarie que ocurrían en las corralejas, cuando se apuñalaban animales indefensión, sin valor intrínseco, bajo el subterfugio reglamento taurino, como una practica cruel, que embriagaba, las tardes de sangre, causando disfrute, a una especie, a quien se le pedirá cuenta, por la manera despiadada como ha tratado, a los demás seres de la creación.
Antes de la pandemia veníamos de una rebelión espiritual, de un desencantamiento de Dios, hoy descubrimos un fenómeno positivo como lo es el retorno de lo religioso, que pone en entredicho aquel concepto materialista que considera la religión como un fenómeno ligado a la irracionalidad e ignorancia del ser humano; una crisis caracterizada en lo filosófico por la afirmación del sujeto como fuente única de sentido, en lo científico, por el desarrollo de la ciencia y la técnica y en lo político por la aparición de un estado centralizado, burocrático y representativo.
La pandemia todavía no termina, ¿Qué hemos aprendido de ella? ¿Nos hemos desesperado? ¿Hemos vuelto la mirada a Dios? ¿Qué nos espera en el 2021? ¿Habrá reactivación económica? ¿Volverán las restricciones y encerramientos obligatorios? En medio de nuestros miedos y sufrimientos, surge la pregunta ¿no tenemos algo más que esperar? Ante la incertidumbre que hoy vive el mundo nos preguntamos: ¿cómo mantener viva la esperanza?
Padre Pacho
«Somos briznas en las manos de Dios» repetía mucho Alvaro Gomez, asesinado por las farc según su confesión. La naturaleza obra en nosotros y desde que nacemos empezamos a morir. Ante esta certeza cuidemos el mayor bien que nos ha sido dado : LA VIDA ni nosotros ni nadie puede disponer de ella, ello dejemoslo en manos de Dios y de la madre naturaleza.
Una gran reflexión tomemos conciencia de lo que somos y lo que hacemos cambiar nuestras actitudes cumplir la misión que Dios noe ha encomendado que nos muestre sus caminos pedirle que nos salve