El trabajador colombiano anhela la llegada de esta temporada – además de por lo que estos tiempos de gratitud infinita, integración familiar y descanso para muchos representa – en razón a que con ella llega la prima navideña, ese beneficio laboral consistente en un pago adicional que las empresas reconocen a sus trabajadores en el mes de diciembre.
Quienes somos trabajadores recibimos con agrado este beneficio económico, el cual – generalmente – está predestinado a cumplir con varias obligaciones adquiridas previamente. En otras palabras casi podríamos decir que conforme llega se va, dejando un sabor agridulce ante su paso fugaz. No obstante, siempre será bienvenida porque, sin lugar a dudas, se constituye en una gran ayuda y factor de motivación para cumplir con el tren de compromisos que la vida misma implica.
Ahora bien, ¿Será esta la única prima que vale la pena experimentar? ¿Son las bonificaciones materiales el único medio de congratulación en esta temporada? ¿Qué tanto colocamos el foco, los propósitos, el bienestar, en un pago económico que la entidad realiza al servidor y, en su defecto, olvidamos prestar verdadera atención en inconmensurables esferas que los seres humanos poseemos, las cuales se constituyen en eternos presentes de abundancia, en primas de Navidad de inagotable experiencia y satisfacción?
La prima de Navidad no es solo un incentivo económico transitorio. La verdadera prima de Navidad es un plus de amor y servicio que cada uno de nosotros posee y debe entregar a los demás. El dinero es energía y fluye entre nosotros, dependiendo de qué tan sincronizados estamos con su frecuencia. Pero, más allá de este, existen fuerzas intrínsecas – de connotado beneficio – muchísimo más poderosas y trascendentales para nuestra calibración, que este activo temporal que compartimos.
Dar un saludo de buenos días, decir por favor, agradecer, escuchar, compartir, servir – en el natural intercambio de energía que los seres humanos experimentamos – es una prima Navideña todavía más poderosa que el mayor tesoro físico del mundo.
Rodolfo Waldo Trine, uno de mis autores preferidos, dice: “Todo pensamiento tiene positivo valor en la conducta. De la naturaleza de nuestros pensamientos depende la fortaleza de nuestro cuerpo y el vigor de nuestra mente, el éxito de nuestros negocios y la alegría que a los demás hombres comunica nuestro trato”. En otras palabras, es mayor bonificación aclarar la mente y reencauzar el pensamiento, traducir esto en acciones y extender la mano del servicio a los demás, en procura de proporcionar un beneficio al otro. Esta prima Navideña es inagotable y tremendamente más fructífera que la económica de fin de año.
Cuando nacemos, venimos al mundo provistos de todo lo necesario para este propósito. De allí en adelante, todo es cultura. Revisar atentamente qué tanto de lo que hoy culturalmente somos obedece a lo uno ó a lo otro, es el principio para comenzar a decantar lo que nos aporta de aquello que no lo hace. Es tomar consciencia de que tenemos primas Navideñas que son superiores, que alientan el espíritu, que son eternas y, por tanto, únicas y verdaderas que – en últimas – son las que debemos dar y recibir.
*Director de Cultura y Artes de Risaralda.