Por FRANCISCO ARIAS ESCUDERO, Padre Pacho
Hace 2.700 años la revelación bíblica profetizaba: ¡Que necios son quienes se fabrican ídolos para tenerlos como sus dioses! Sus esperanzas quedan sin cumplir. Con razón se avergüenzan quienes los adoran. ¿Quién si no un necio se haría su propio dios, un ídolo que no puede ayudarlo en lo más mínimo? Que insensatez e ignorancia.
La muerte de Diego Maradona ocupó las portadas de los 37 diarios y revistas más importantes del mundo; The New York Times lo despidió, con una frase emblemática “El más humano de los inmortales”.
Declarado en Argentina como “Ciudadano ilustre”, por ser un emblema; los bonaerenses le dan el otorgamiento de esa distinción, citando expresamente, “que su vida pública, profesional y privada, pueda señalarse como ejemplo y/o valores para generaciones futuras”. Sin embargo, el mismo solía decir: “Déjenme vivir mi propia vida. Yo nunca quise ser ejemplo”. “Cuando dicen que soy Dios están equivocados, soy un simple jugador de futbol, Dios es dios y so soy Diego”.
Jorge Valdano, exjugador de la selección argentina, ha expresado la dicotomía entre el genio y el hombre entre el origen y la leyenda, hay algo perverso, dice Valdano, en una vida que te cumple los sueños. Y Diego sufrió como nadie la generosidad de su destino, su fatal recorrido desde su condición de humano al de mito, el que lo dividió en dos: por un lado, Diego; por el otro Maradona. Fernando Signorini, su preparador físico, quien mejor lo conoció, solía decir: “Con Diego iría al fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina”.
Diego era el producto del humilde barrio donde nació, un barrio privado, pero de luz, agua y teléfono; Diego con su carisma y talento, un líder de proezas, el que atraía a sus hinchas al deporte rey; un símbolo que transgredió el mismo fútbol, en cada partido se vestía de héroe. Un jugador extraordinario, irrepetible, con todos los atributos técnicos, sin miedos, un símbolo de lo que es el fútbol, siempre para adelante.
Maradona era el producto de la “exitolina” un impacto mediático, que todo lo transgredía, excesos, desmesuras, con una corte de aduladores, que lo idolatraban como “dios”; muchos otros le coqueteaban ideológicamente, no por su talento futbolístico, sino por lo que representaba Maradona para las masas. Su generosidad innata y capacidad de despilfarro siempre fueron de la mano, con explosiva mezquindad que solía reflejar cuando se sentía amenazado, menospreciado o desplazado.
Maradona fue obligado a ser el centro de la vida, su exitolina fue su gran adicción; no pudo manejar el éxito que le representó el futbol, aunque solía decir que la pelota no se mancha, su vida no tuvo limites, no supo ponerse limites, y aunque muchas veces luchó por salir delante de sus adicciones, sometiéndose a tratamientos intensivos, al instante aparecían sus depredadores, que le recordaban que era Maradona, el gran “Hércules”, llevándolo nuevamente a sobrevalorarse y a endiosarlo, perdiendo nuevamente, aquello que es la base fundamental del equilibrio humano, la humildad.
A Diego se le recordará como la gran leyenda del fútbol, el más humano de los inmortales; a Maradona con sus luces y sus sombras, el hombre de barro, utilizado y manipulado por muchos, quienes incluso lo seguirán haciendo después de muerto; quienes admiramos su talento y carisma, creemos que Diego, seguirá siendo inmortal para Dios y para los hombres. Paz en su tumba.
Padre Pacho
Que buena columna, la descripción mas objetiva y sin apasionamientos que he leído por estos días sobre Maradona, muy bien 👌
Por muy famoso y rico y endiosado y envidiado que llegara a ser Diego Armando Maradona, me quedo con Pelé.
Un negro fantástico; ese que brillará por siempre en todos los cielos que participaron en el endiosamiento de este argentino que de verdad, no es ejemplo para nada.