El manejo mediático actual de lo cotidiano, está haciendo que la información se presente a todas las personas bajo la brevedad de la los MMS, lo cual significa Multimedia Messaging Service, mensajes cortos que permiten enviar a través de nuestros móviles videos, fotos y textos, los cuales han evolucionado en memes, chats de cadena, reels, entre otros; haciendo que se transfieran pequeños fragmentos de realidades adaptadas, aceptadas como absolutos por sus receptores sin permitirse la ampliación, la profundidad ni el análisis de los temas. Lo que favorece la construcción de imaginarios colectivos basados en mentiras, malas intenciones o errores; por ejemplo, hace unos días me contaban la historia de un docente de una institución a quien por hacerle una broma, le fotografiaron en su hora de almuerzo contando unas monedas de un pequeño negocio de dispensadora de alimentos, que tenía por fuera de dicha institución, esa misma foto, fue posteada en las redes sociales diciendo que el docente estaba contando dinero de un chantaje a sus estudiantes, afortunadamente pronto se aclaró que era una broma; todos fuimos testigos hace poco de la noticia sobre el niño superdotado, que resultó ser un montaje. También de la infidelidad de una mujer el día de su aniversario. Así mismo los chantajistas reales están tomando fotos de internet a las cuales les ponen avisos informando a los contactos de una persona que es un delincuente, abusador o cualquier otro calificativo y para no publicar la foto le piden entregar una cifra de dinero, en cierta ocasión se dijo en medios que solo en Pereira en un fin de semana había tres personas denunciando por la misma modalidad de chantaje. Esto no sería relevante si no tuviésemos el hábito de observar y juzgar, basados en información breve de cualquier fuente que se percibe como real, afectando nuestro imaginario. Según Salas Abad, C. (2019):
“La primera fake news de la Historia Contemporánea fue publicada por el periódico neoyorquino The Sun en 1835 e informaba de seres que habitaban la Luna. La noticia causó un enorme impacto en EE. UU. gracias a tres factores: la aparición de las prensas de alta capacidad, la caída del precio de los periódicos (la penny press), y la llegada de los nuevos medios de transporte que superaban la velocidad de los caballos por primera vez en la historia: los trenes y los barcos de vapor. Esos factores ayudaron a difundir a gran escala una información falsa y sensacionalista bajo el disfraz de una noticia verdadera. Es lo que hoy denominamos fake news”. (“La primera ‘fake news’ de la historia | Historia y Comunicación Social”)
Como dato curioso, la primera gran noticia falsa tardó 80 días en desmentirse, el tiempo que demoraba un barco en llevar el periódico desde Estados Unidos hasta Europa.
Las noticias falsas pueden influir en decisiones políticas, elecciones, formas de relacionarnos, conflictos y de la peor manera en la creación de una imagen negativa de una persona.
El problema es que la forma como se viralizan los comentarios negativos, aunque sean falsos, no es igual a la distribución de la información aclaratoria, así que siempre queda la sombra de duda, esto en parte tiene que ver con un fenómeno de ego inconsciente en las personas que no aceptan haber cometido un error y aunque se demuestre que la noticia es falsa, siguen una sombra de duda, volviéndose cómplices de mantener vigente la primera versión de la noticia, algo similar a lo que dicen los cursos de etiqueta : la primera imagen dura para toda la vida en la retina de las personas.
Hoy en día la noticia llega de forma inmediata a la mayor parte de los territorios del mundo y desmentirla puede tardar unos minutos, pero la cobertura y la velocidad de difusión de la versión aclaratoria es menor que la de la noticia, en parte porque los algoritmos nos muestran solo aquello que nos gusta y por lo cual les pagan a las plataformas, haciendo que alimentemos una sola forma de pensamiento, convirtiéndonos en monotemáticos, predecibles y muy rápidos para la información; volviéndonos favorables a determinado consumo de comunicación.
A través de esos mismos mensajes nos llega publicidad intencionada para que aumentemos el consumo de aquello que más nos gusta, generando estímulos de placer que luego se van convirtiendo en ansiedad, así que nos volvemos adictos y monotemáticos. Adictos a lo que ya sabíamos, a lo que presentíamos, a lo que nos gusta y de la misma manera rechazamos aquello que ya sabíamos que no nos gusta, como quien rechaza un jarabe amargo.
Entonces a través de las redes y las noticias se alimentan amores y odios. Amores por quienes piensan igual que nosotros y odios por quienes piensan diferente, de esta manera dejamos de ver las cosas buenas de los que declaramos opositores y tampoco nos enteramos de los errores que ellos ven en nosotros, se corta la comunicación con todo aquello que disiente de nuestro pensamiento, se divide el mundo, se alimenta la discriminación y se reduce la tolerancia, el respeto por la diferencia, el pluralismo, anulando la funcionalidad de la comunicación como medio para resolver los conflictos.
Los librepensadores que tratan de ver la razón en cada una de las partes, se convierten en individuos extraños que ven realidades inexistentes para las personas ya enajenadas por la parcialidad del pensamiento y reducidas sus conexiones neuronales alimentadas por información sesgada.
Es así como nace la polarización del pensamiento y de la acción humana que puede llegar a enfatizar en asuntos positivos o necesarios para un momento histórico como compensación a otros radicalismos, pero asimismo induce al error de una forma terrible, generando acoso, exclusión y todo tipo de agresiones entre hermanos que viajamos en una misma nave, compartimos un sol, una tierra, una luna y unos genes, heredamos conocimiento y vida. También se genera una acción directa sobre la degradación de la confianza y la esperanza de las personas que descubren el engaño.
En este momento podemos reflexionar sobre la ligereza de nuestros juicios y como dicen comúnmente en nuestro amado Eje Cafetero “¿para qué estudiamos?”. Precisamente estudiamos para poner conciencia en cada información que recibimos antes de hacer un prejuicio y multiplicarlo, para develar la realidad, conseguir indicios de alguna certeza tratando de ser objetivos. vamos a una iglesia o actividad espiritual, no para buscar demonios, sino para buscar revelación de verdad espiritual; hablamos con otras personas para tratar de encontrar la verdad en su pensamiento y en su palabra, trabajamos para generar transformaciones orientadas a una mayor calidad de vida, progreso, bienestar y felicidad o ¿será que solo estudiamos, nos comunicamos, trabajamos y vamos a determinar actividad espiritual únicamente para complacer el deseo de darnos cuenta que ya teníamos la razón?
Totalmente de acuerdos Clara Inés, antes habían personas que inventaban rumores y los difundían de voz a voz para confundir y enemistar a las personas, hoy en día esas mismas personas estan en las redes sociales, antes quienes escuchaban de Ian contá, contá más y terminaban enredados también, pero otros escuchas solían decir frases como «no hablemos del ausente por favor», hoy en día esa misma ética se debe transferir al internet, un gran abrazo y muchas saludes 🙏🏻🙏🏻🙏🏻.
Las redes sociales hay que saberlas interpretar. Muchas veces o la mayoría de las veces, pecamos en no confirmar lo publicado y caemos en el error de sostener que la información es verídica y no pensamos en el daño que podemos causar con un simple comentario.
Hay que leer lo que sale en las redes, pero es mejor, buscar otras bases de información para llegar a la realidad.
Totalmente de acuerdo apreciado Fernando, debemos filtrar mejor la información. Saludos
Lo dicho es una realidad que no admite discusión,nos limitamos a publicar información,a veces buscando protagonismo aún a sabiendas de que pueden ser mentiras tiradas al aire sin saber con que maleficas intenciones sin antes hacerles un mínimo análisis en forma objetiva basados en la realidad y no en el fanatismo que en la mayoría de las veces es perjudicial y es auspiciado por los famosos influenciadores que son pagados para decir tal o cuál cosa sin sopesar las consecuencias que puedan traer para una persona o una institucion solo les importa el dinero que van a recibir por tal actuación o información que lanzan a las redes.