EL PERSONAJE MÁS IMPORTANTE DE PEREIRA EN EL SIGLO XX

Gustavo Orozco Restrepo fue sin duda el dirigente más significativo y trascendental que tuvo la ciudad de Pereira en el siglo XX. Quizás fueron más descollantes en el concierto nacional César Gaviria Trujillo, Juan Guillermo Ángel Mejía, Carlos Arturo Ángel Arango, Fabio Villegas Ramírez, Rodrigo Rivera Salazar o Jorge Mario Eastman Vélez pero ninguno incidió tanto en el desarrollo urbano y local como este ilustre personaje.

Se sentiría muy incómodo y estaría muy molesto conmigo por esta afirmación, pero en verdad es difícil encontrar en esta tierra a alguien más visionario y constructor de prospectivas, pero simultaneamente anclado a tierra y despojado de vanidades. Gustavo odiaba las lisonjas y la corbata, los formalismos y las veleidades. Pero también la mediocridad y la frivolidad. Muy exigente consigo mismo y un poco menos con los demás. «Se ara con lo que hay», decía.

Es fácil ser alcalde si se tiene un norte, una bitácora, una guía para hacerlo. Tuve la oportunidad de ser elegido en ese cargo veinte años después de elaborado el Plan de Desarrollo de Gustavo Orozco (mal llamado de Mendoza y Olarte) y mi brújula fue siempre —de manera absoluta— ese espléndido ejercicio de proyección en el que también pude participar como técnico y en el que adquirí el más completo conocimiento de la urbe y sus dinámicas. Ningún otro alcalde —ni antes, ni después— pudo soslayarse de las orientaciones de este trascendental examen intelectual.

Hace cinco años escribí una columna resaltando la espléndida hoja de vida de Gustavo Orozco. Ahora que ha partido permítanme agregar algunos conceptos deshilvanados: nadie repite un cargo por nombramiento si — la primera vez — no lo hizo bien; fue el alcalde más culto que conocí y primero amigo que dirigente; profesó una ideología de centro izquierda. La relevancia de su plan de desarrollo opacó muchas de sus otras gestas: el parque El Vergel, el diseño de la avenida Belalcazar, la primera semaforizacion de la ciudad, la peatonalizacion del centro como concepto urbanístico, el manejo admirable de la emergencia que vivimos los pereiranos con el derrumbe de la acequia conductora del agua del acueducto y la concepción y creación de las Juntas Administradoras Locales.

Pero Orozco también sufrió la ingratitud. Fue llamado para liderar (y «engalanar» diría yo) la celebracion del sesquicentenario de la ciudad y en ese papel construyó el proyecto futurista de «la resignificación de los ríos» para que los pereiranos volvieramos los ojos sobre el Otún y el Consota y fue casi que ignorado. Y alguien tiene que decirlo, César Gaviria no fue justo con Orozco ni en vida, ni en su muerte. A nadie le debía tanto.

Se nos fue un grande y será muy dura su ausencia. Antes, ahí estaba. Lo teníamos. Era el soporte, el culpable, el mecenas, el referente, la guía, el norte. Era como si él lo hubiera planeado todo. No solo lo pensó. Lo instrumentó. Una generación de la política somos su concepción, su imaginario, su proyecto. Fui una ficha del tablero que «Gus» movió con sabiduría, un escaque que bien supo jugar. Su mente siempre lúcida sabía discernir, planear, proyectar. No sin razón quienes le conocían y compartían con él lo tildaban de ideólogo y pensador. Ttécnicos y políticos como Iván Gómez Valencia, Diego Marulanda Montes, Fabio Villegas Ramírez, Luis Enrique Arango, Ernesto Zuluaga, Carlos Mario Salazar, Jairo Arango y muchos más que emulamos con él, no hubiésemos escalado montañas sin su empuje y tesón. Gustavo era el motor y el combustible. Será difícil concluir este periplo sin su brújula. Navegar era no solo un ejercicio seguro sino divertido. Se sentía la tranquilidad de tener un timonel. Puerto seguro. No nacen muchos para ser capitanes. Él lo fue. De los mejores.