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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadEL PRECIO DEL AMOR FUGAZ

EL PRECIO DEL AMOR FUGAZ

 

El VIH sigue siendo una de las grandes preocupaciones de salud pública en el mundo. A pesar de décadas de campañas de prevención y acceso a tratamientos, las cifras muestran que la epidemia no solo persiste, sino que sigue cobrando nuevas víctimas. En Colombia, los informes epidemiológicos alertan sobre un crecimiento sostenido de la enfermedad, con más de 14.555 nuevos casos reportados en 2024, una cifra que no muestra signos de reducción significativa respecto a años anteriores.

Sin embargo, más allá de las cifras, el problema del VIH nos enfrenta a una cuestión moral y social que va más allá de la medicina: ¿Qué papel juega la responsabilidad individual y colectiva en la propagación del virus?

Por años, las campañas de prevención han girado en torno al uso del preservativo como principal método de protección. Sin embargo, este enfoque, aunque efectivo en la reducción del riesgo, no aborda la raíz del problema: el aumento de comportamientos sexuales de riesgo, la falta de educación sobre las consecuencias de la promiscuidad y la carencia de un modelo de relaciones estables que reduzca las posibilidades de contagio.

El marco legal protege el derecho de las personas con VIH a no revelar su diagnóstico. Este es un punto crucial en la lucha contra la discriminación y el estigma, que han sido barreras históricas en el acceso a tratamientos y el bienestar de los pacientes. No obstante, surge una inquietud válida: ¿Quién protege a las personas sanas? La prevención no puede ser solo una responsabilidad individual; también debe existir un marco normativo que garantice un equilibrio entre los derechos de quienes viven con el virus y la protección de la sociedad.

Los casos de transmisiones intencionales del VIH han abierto un debate sobre la necesidad de endurecer las sanciones contra quienes, con pleno conocimiento de su diagnóstico, exponen deliberadamente a otros al contagio. Más allá del castigo, esto plantea un desafío ético: ¿Hasta qué punto la libertad individual puede anteponerse a la seguridad colectiva?

Se ha insistido en que el preservativo es la solución para detener el avance del VIH; sin embargo, poco se dice sobre la importancia de promover relaciones afectivas estables y responsables. El individualismo y la cultura del placer inmediato han generado un contexto donde el compromiso se ve como una carga y donde las relaciones se reducen a experiencias efímeras. No se trata de imponer un modelo moral, sino de reconocer que las relaciones basadas en la confianza y la fidelidad reducen drásticamente la propagación del virus.

Es imperativo que las campañas de prevención incluyan un mensaje más amplio: no solo el uso del preservativo, sino también la importancia de construir vínculos emocionales sólidos, la educación en valores de responsabilidad y la reflexión sobre las consecuencias de nuestras decisiones.

El VIH no es solo una enfermedad física, es también un reflejo de la crisis de nuestras relaciones humanas. La verdadera prevención no se encuentra solo en una barrera de látex, sino en un cambio profundo en nuestra manera de vivir la sexualidad, el compromiso y la responsabilidad hacia el otro.

 

Padre Pacho

 

1 COMENTARIO

  1. Padre, la realidad es esa, tristemente el ritmo de la vida ha delegado la formación de nuestros hijos a cuidadoras o instituciones.Ya no compartimos en familia con lo que conlleva ese compartir, el de la formación en valores y principios que son competencia de la primera célula de la sociedad, la familia.
    Gracias por sus grandes reflexiones.
    Un abrazo.

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