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LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadENTRE LA FICCIÓN DE HOLLYWOOD Y LA HISTORIA REAL

ENTRE LA FICCIÓN DE HOLLYWOOD Y LA HISTORIA REAL

 

En tiempos de guerra, el juicio fácil suele llegar con los años, cuando las bombas ya no caen y el peligro ha pasado. Hoy, algunas producciones cinematográficas como “Cónclave”, pretenden reescribir la historia, presentando a la Iglesia Católica como aliada del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero esta narrativa ignora una verdad mucho más compleja y profundamente humana: el heroísmo prudente de una Iglesia que actuó en la sombra para salvar vidas.

La Santa Sede firmó un concordato con el Tercer Reich en 1933 (concordato Reichskonkordat), buscando proteger a los católicos alemanes y garantizar la libertad de la Iglesia. Aunque se criticó como una forma de legitimar al régimen nazi, fue una estrategia diplomática preventiva. De hecho, el régimen violó el acuerdo sistemáticamente, persiguiendo a sacerdotes y organizaciones católicas.

En 1937, el Papa Pío XI publicó la encíclica Mit Brennender Sorge (“Con viva preocupación”), escrita en alemán y no en latín, para que pudiera ser leída en las iglesias. Fue una condena directa del nazismo, del racismo, del neopaganismo germánico, y de la ideología totalitaria. Fue redactada en parte por el futuro Papa Pío XII (entonces cardenal Eugenio Pacelli).

Siempre se ha querido acusar al Papa Pío XII de guardar silencio ante el horror nazi, pero pocos recuerdan un hecho que marcó su estrategia: en Holanda, tras una carta pastoral leída públicamente en todas las iglesias condenando la persecución de los judíos, 40.000 hebreos convertidos al catolicismo fueron arrestados y deportados. Fue entonces cuando el Papa comprendió que las condenas públicas no protegían a nadie; al contrario, provocaban represalias inmediatas y brutales.

A partir de entonces, la resistencia de la Iglesia fue silenciosa, pero efectiva. Pío XII ordenó que todos los conventos y casas religiosas de Roma acogieran a los judíos perseguidos. Solo en la ciudad eterna, más de 50.000 personas encontraron refugio. En Castel Gandolfo, residencia papal, se albergaron otras 30.000. En total, gracias a redes eclesiales y comunidades católicas, se salvaron más de 800.000 judíos en toda Europa.

Esto no fue fruto de una alianza con el mal, sino de una estrategia profundamente cristiana: proteger la vida sin provocar más muerte. Mientras otros callaban por indiferencia o conveniencia, la Iglesia callaba para poder actuar. No desde los púlpitos, sino desde los sótanos, los pasadizos ocultos, las sacristías convertidas en refugios.

La verdad no necesita efectos especiales; la verdad, como la luz, no siempre grita; a veces basta con que alumbre el camino. La Iglesia no fue cómplice del nazismo, sino una de sus más firmes opositoras, aunque su resistencia se haya tejido con gestos silenciosos, con puertas abiertas y con corazones valientes.

No permitamos que la ficción borre la historia. Antes de creerle a Hollywood, escuchemos el eco de las voces que fueron salvadas por la cruz cuando la esvástica pretendía apagar toda esperanza.

 

Padre Pacho

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