Por GABRIEL ÁNGEL ARDILA
Cuando las águilas se atreven, guión cinematográfico de inicios de mi gatear cultural aprendiendo a volar con ilusorios aviones comandados por héroes del celuloide, constituía un buen desafío para airear aspiraciones que ahora puedo reconstruir. Aunque nada se cumpla, al menos se puede volver al cine…
Jamás fui de cuartel. Pero tocó de niño padecer el servicio militar en la Fuerza Aérea a través de los sufrimientos que en eso transmitía un hermano a la mujer que lloraba por nuestros padecimientos en esos arrullos de la guerra fría. Al colmo de distraído sumó ese negligente un inicio de consejo de guerra, por haber perdido el fusil … Vaina que nos cambió la vida a todos los de esa camada.
Ella firmó y cumplió compromiso económico para restituir esa dotación perdida y por eso pasó años en su «condena voluntaria» de trabajar para las casas fiscales del Cantón Norte del Ejército. ¡Por amor! Pasamos de los árboles de eucalipto del Bosque Calderón (cúpula de Chapinero), a los aromatizados parajes de pinos en la cúspide de Usaquén, donde nos encontramos otra vida, en otro vecindario… El de Eleazar Romero, su digna familia y Octavio Arizmendi Posada más el padre Ignacio Gómez Lecomte, gracias a Dios.
Alcancé ascenso de mis vuelos desde el cepillo con el que brillaba los largos pasillos esa infatigable que adoré y acompañé a su trabajo, para jugar al piloto… siendo apenas pasajero acuclillado, en ese lomo de sus esfuerzos. Y salté a los pupitres del Gimnasio de los Cerros en cuya nocturna pude alcanzar el bachillerato comercial, aprendiendo a escribir a máquina con todos los dedos y con todos mis sentidos para llegar a esto de hoy, de ser un sexagenario narrador de historias. O un simple artesano de la palabra en oficio indignamente latigado por cierta Corte indolente.
Y preparo aterrizaje sin pena ni gloria, no obstante haber cumplido dentro de la legalidad en toda esa extensión de la guerra fría y las que nos activan todos los irresponsables de hoy que no dan cuenta de todos los aportes realizados no solo en lo cultural, sino en las cuotas exigidas y pagadas para una pensión que no alcanzamos… Nos forzaron a ser pasajeros del Sisbén.
En un país de tanta pobreza, será imposible cumplir el sueño de pisar el umbral de país desarrollado, porque los nuestros no dejan, ni quieren, ni … ¿pueden? A éstos pichones de gallinazos, no les caben los sueños, sino seguir de carroñeros.
Cada vez escribes mejor, que bueno que decidiste ejercer por este medio, que solo exige tener, por herencia y/o adquisicion, aptitudes y deseo, para opinar. Me alegro mucho Que te hayas decidido a hacerlo…..