Siempre queda en el alma el recuerdo de la huerta, del pan coger , la satisfacción de tener cada día, con qué hacer el desayuno, el almuerzo , la comida y tomarte tus dulces y nutritivos algos y merienda . Siempre queda en el alma el trueque de alimentos y trabajo, la compañía y apoyo de los vecinos, la sonrisa abierta y esperanza reluciente del campesino al que dejan seguir siendo, sin meterlo otros en lo que no es de ellos.
Algunos, dueños del “ pedacito de tierra” , otros agregados o peones y todos juntos compartían lo que daba la tierra. Unos ocupaban a otros, todos se ayudaban en cosecha, se compartían e intercambiaban productos y también comidas ya hechas .
Tantos espacios en el campo y la ciudad y tanta hambre. Ese pedacito de tierra, con contrato de producir y mostrar resultados : sus verduras , tres frutales básicos, tres gallinas y dos pollos , el maíz y el frijol , la yuca y la papa criolla , se dan en espacios pequeños .
El campesino tiene dónde sembrar su propia comida , el del pueblo tiene que sembrar en las paredes , pero hace falta, la semilla, una pequeña instrucción y una apertura para sembrar en antejardines, taludes, avenidas, a orillas de los ríos, al borde de los andenes y el aire sería más puro y el hambre de tanta gente sería menor.
Los Colegios agrícolas y las escuelas rurales con tantos alumnos, no siembran . En 1980 desde la Secretaría de Educación evalué los colegios agrícolas del Departamento como Tesis para optar al título de Magister en Investigación , en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y el Director de Tesis, el Doctor en Educación y Doctor en Filosofía, José Bernardo Toro, emitió entre otros conceptos los siguientes: “ Desde el punto de vista del mejoramiento de la Educación Agrícola, el estudio hay que calificarlo de muy bueno” “ El marco referencial es un aporte fundamental del estudio. Los datos que se seleccionan en este capítulo , muestran que la autora conoce la relación existente entre educación Agrícola y un concepto adecuado de desarrollo económico y social”
Entonces había 11 Colegios Agrícolas , 3 en Pereira, 3 en Santa Rosa de Cabal, 2 en Marsella, 1 en Belén de Umbría, 1 en Guática y 1 en Mistrató. Algunos continúan, otros cambiaron orientación, pero, hoy, con las condiciones y situaciones del país, deberían – al menos a quienes lo deseen- asignarles pedacitos de tierra, mediante contratos de rendimientos en especies o sea en producción y permitir que se cultive comida para la familia .
Yo, debería tener ya otras materas sembradas con el reemplazo de lo que tengo pues es comida para un día, pero no tengo tierra, no tengo espacio y además, necesito semillas que me permitan seguir sembrando. Quiero sembrar tomates que den tomates cuyas semillas produzcan.
No es mucho el espacio requerido
Necesitamos agricultura urbana.
Muy pero muy bueno el contenido mi estimada Magister. Pareciera que hay cierta utopía en la conceptualizacion, pero tiene la autoridad moral y académica para hacerlo manifiesto. Casi todos los Colombianos hemos tenido extracto campesino, y hemos tenido que ver con la agricultura, la avicultura y el campo en varios frentes, y por eso resulta altamente llamativo el detalle de tener unos cultivos urbanos: le han llamado la huerta en casa.
Bueno será que estos ideales agrícolas tengan un eco de buena calidad, en un futuro, no muy lejano. Gracias mi estimada Amelia por su *casera* columna.