La IA un gran reto para el humanismo y la espiritualidad
Hacia los siglos XVII y XVIII de la historia surgió el racionalismo y se acentuó la ciencia como fuente y forma de gestionar el conocimiento humano, ampliar la conciencia, satisfacer la necesidad de descubrir la verdad de las cosas y desarrollar capacidades para resolver problemas de la vida. En periodos anteriores a esa época e incluso en nuestros tiempos existieron y existen seres humanos que comparten experiencias sobre vivencias espirituales con las cuales resolvieron determinados asuntos complejos no necesariamente de tipo científico, se habla desde milagros en la salud y la vida de las personas, hasta modificaciones en el estilo de vida y en las relaciones con los demás, a pesar de tener mis propias vivencias y experiencias en este campo, mi responsabilidad en este caso está en no abrir expectativas ni en cerrar las puertas a estas expectativas y mejor permitir que cada uno en su vida personal experimente sus propias aproximaciones a lo sagrado, así no influiré en cercenar la fe necesaria para la vida, ni en coartar la libertad de prácticas religiosas y de cultos.
Existen precedentes que han causado dilemas éticos para la humanidad y han puesto a competir una visión espiritual y humanista con una visión propuesta por Maquiavelo como la terrenidad de los fines y que se manifiesta más claramente con la frase “el fin justifica los medios”, el cual trata de justificar el mal en la buena intención que se busca con el resultado, lo que llamaríamos el maniqueísmo de los valores, lo que comúnmente la gente menciona como ”una veleta que se mueve hacia donde la empuje el viento” para referirse a alguien cuya estructura de valores se adapta y no sostiene una posición, generando en ocasiones riesgos reales para la humanidad, que trata de hacer el bien con la ciencia, pero paradójicamente aparece alguien que le da un genial mal uso, es el caso de la bomba atómica, la clonación de seres vivos, los alimentos transgénicos.
Este tema nos regresa al ya trillado conflicto entre el conocimiento científico y los axiomas espirituales de casi todas las prácticas religiosas, entre la visión humanista que usa la ciencia y la tecnología como medio para el desarrollo humano y la visión utilitarista del ser que usa al ser humano como “máquina” para la producción, pero pareciera ser que para las GENERACIONES POSTPANDEMIA, los sobrevivientes presentes en el 2023, esa fricción se ha reducido mediante la construcción de un ambiente de respeto entre los gestores del conocimiento a través de la ciencia y quienes dedican gran parte de su vida al estudio y práctica de la espiritualidad y/o el humanismo. Parece ser que la pandemia nos hizo darle un peso importante a la concepción de un ser integral con espiritualidad y humanidad.
Sin embargo, justo en esta época entra en escena otra amenaza para esa armonía a través de la tecnología, hoy aparece otro potencial impulsor de la humanidad, que de nuevo teje un manto de duda, ya que usa la tecnología para generar nueva tecnología, se trata de la Inteligencia Artificial (IA) capaz de resolver cualquier situación integrando todo el conocimiento disponible, todo el cúmulo de saber humano dispuesto en la red para cualquier usuario con un mínimo de requisitos. Los datos que tú y yo dejamos en línea, tratando de mantener algo de privacidad en un medio público cuyos propietarios pueden extraerlos y venderlos o utilizarlos como si se los hubiésemos donado, cuando decimos acepto al final de un formulario que nos obliga a dar clic para poder usar determinada aplicación o función.
Si bien el ser humano ha desarrollado la ciencia, también es cierto que paralelamente puede tener vivencias de espiritualidad y adherir a su vida elementos éticos y estéticos que median para su accionar. En este campo aparecen términos medianamente comprendidos por las organizaciones humanas como las adicciones, la gestión de las emociones, empatía, manejo de conflictos y la toma de decisiones respecto a su propia vida.
Por su parte, la inteligencia artificial que se está desarrollando en los últimos tiempos, puede tener fórmulas lógicas sobre el bien o el mal y colocar límites en ciertas reflexiones peligrosas para la humanidad, que lleven a la máquina por ejemplo a desear exterminar o a generar una lógica vengativa en búsqueda de un equilibrio por algo que es o parece ser una injusticia. podría esclavizar a un ser humano fundamentado en todo lo que se sabe de este en los sistemas de información de sus celulares por ejemplo sus hábitos deseos temores y comportamientos, o podría generar un virus informático que arrebate el control al ser humano de determinados sistemas, incluso no quisiéramos llegar a pensar que una IA asuma el control de la tecnología de guerra.
Lo cierto es que el ser humano se encuentra muy lejos de transferirle a la máquina a través de la razón su concepción espiritual, la vivencia onírica, así como su esencia humana, porque si tuviésemos una concepción lógica de todas estas dimensiones ya hubiésemos resuelto temas como las adicciones, la violencia y el autosabotaje que hacemos al destruir el ambiente que da lugar a nuestra propia vida.
La Inteligencia Artificial (IA) se fundamenta básicamente en el conocimiento del mundo de los objetos transferidos a su realidad virtual, mientras que los seres humanos tenemos esa capacidad esencial de vivir unas realidades paralelas de las cuales aún no tenemos plena comprensión, se trata de la realidad espiritual que aún no es totalmente descubierta ni clara para todos y el mundo de los sueños, solo para nombrar lo que es evidente para todos. Entonces estaremos dando poder de decisión a una máquina aparentemente hecha a imagen y semejanza del hombre, de forma perfectamente imperfecta.
Y aunque suene extraño al mundo académico y productivo, aún existen pueblos y personas que toman sus más importantes decisiones desde concepciones espirituales que no necesariamente están aferradas a la lógica occidental que ha creado la tecnología, cosmovisiones que no se pueden transferir totalmente a la lógica de una máquina. Esas razones que la razón no entiende.
A pesar de lo anteriormente expuesto, no se trata de negarnos a la tecnología por miedo, sino de replantear, volver nuestro lema la antigua y sabia frase del fundador de la UTP Jorge Roa Martínez “ciencia y técnica por la humanidad bajo la tutela de la libertad”. Esto se debe materializar garantizando que todo aquel que tenga acceso a la IA, tenga la misma capacidad ética y espiritual para gobernar con justicia y cuidado esas avanzadas funciones, vale la pena replantear y poner en primer plano los temas de ciberseguridad e identificar la forma como el ser humano pueda separar su vida personal de aquello que hace a través de los dispositivos.
Grandes retos nos esperan, no solo debemos hacer descubrimientos en el espacio exterior sino que debemos redescubrir el espacio profundo de nuestro mundo interior, antes de invitar a nuestra vida a los artefactos para que tomen decisiones, debemos garantizar nuestro propio equilibrio, autovaloración y a identificación de lo que es negociable y lo que no lo es, conocer plenamente el significado del respeto hacia los demás, sus creencias y su intimidad. Cuando esto suceda ninguna inteligencia artificial podrá hallar caracteres erráticos que deseen reproducir a un ser humano que adolece de la pureza necesaria para orientar un sistema inteligente.