Fundado el 9 de febrero de 2020
LUIS FERNANDO CARDONA
Director Fundador

ActualidadMi casa

Mi casa

Anduve buscando un lugar para quedarme, no importaba su estructura o si acaso cumplía con mis necesidades, solo quería un lugar donde pudiera vivir con otro habitante, y que fuera a él a quien le agradara, que para él resultara reconfortante. Busqué casas grandes y pequeñas, de madera, cemento o tapia; con grandes ventanales, sin rejas, para simular una vida más libre y agradable. Adecué con esmero cada nueva vivienda para que el huésped quisiera quedarse, pinté las paredes a su gusto, use toda mi energía haciéndola habitable; al final del día me sentía cansada y enferma, con el cuerpo agotado y el alma intranquila, la insatisfacción de un trabajo mal pago. Así continué por mucho tiempo hasta que el dolor agudo en la parte superior de mi brazo me alertó sobre el exceso, ya no podía lavar paredes, los abusos auto inflingidos habían terminado por desgastarme, entonces solo esperé que aquella casa y todo mi esfuerzo se viera recompensado.

El polvo empezó a posarse sobre las cosas, una a una las paredes empezaron a ensuciarse, y en lugar de recibir ayuda de quien compartía conmigo la vivienda, me encontré siendo señalada. Todo mi esfuerzo no fue suficiente, mis noches enteras adecuando esa casa. Tuve un amargo sentimiento, ciertamente me sentí frustrada. Por querer cumplir con la expectativa me detuve en el camino para construirle a otros una morada y al tiempo que lo hacía, los dejé a ellos con vivienda y a mi desamparada.

Una mañana cualquiera, encontré en mi mochila una llave extraviada, la llave a un mundo que no conocía, que siendo mi mundo y llevándolo por dentro, no sabía que era mi casa. En un viaje de descanso, encontré una puerta que sostenía un candado, ese mismo que era abierto con lo que en mi bolso había encontrado. Después que hube introducido la llave, entré un inmenso palacio con paredes altas, pintado de colores psicodélicos y con figuras en los muros grabadas. Era un cuarto gigante con baldosa brillante, lleno de luces y colores, más la sensación de calidez de lo que debe ser una morada. Cada inhalación la expandía y cada exhalación la achiquitaba, era la casa mía, era yo hecha casa. Me vi sola en aquel cuarto, y me sentí tonta por haber invertido mi tiempo, limpiando otras paredes, cuidando otra casa. Fue sublime descubrir que poseo una hermosa vivienda, que quiere dejar la puerta abierta a quien pueda ver los colores y las formas que cambian. Debe entrar descalzo y con una sonrisa amplia, dispuesto a remangarse la camisa, porque la construcción no está terminada.

Ahora tengo un lugar en el mundo, solo es una habitación, pero es mi casa. Un lugar pintoresco y único, un lugar acorde a mi alma. Me pido perdón por no haberlo visto, por ignorar tanta belleza y tanta magia. Ahora que vivo aquí dentro, ahora que se que habito la casa, me siento complacida y orgullosa, me siento inmensamente afortunada. No importa si otros no pueden ver como luce por dentro, porque para ellos la puerta está cerrada, solo me interesa que venga aquel que tenga como yo, la llave indicada. Me hice sumamente egoísta y altamente desquiciada; cuando ya no estas para otros, terminas siendo la mala. No, ya no estoy para nadie y menos para cuidar sus casas. Ahora que descubrí la mía, sólo a ella quiero cuidarla, la ignoré por mucho tiempo, la tenía abandonada. A todos nos llega el momento de buscar un lugar o de descubrir el nuestro, y aunque lo disfracemos de altruismo, limpiar el lugar de otros no es un acto de servicio, es realmente la falta de amor propio, entregando lo único que tenemos como sacrificio.

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