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LUIS FERNANDO CARDONA
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CulturaCineKim Ki-Duk

Kim Ki-Duk

Por GERMÁN A. OSSA E.

CINE PARA EL OPINADERO

A veces me da pena con muchos de ustedes amables lectores, porque me parece que escribo solo para mí y temas que solo me pueden interesar a mí y de personajes que solo yo conozco, o me interesan; pero a veces, también pienso que porqué no, compartir con los que lo deseen, afectos que tengo por algunas películas, por algunas personas o por algunos temas, que tal vez nadie, va a querer compartirles a ustedes mis amigos invisibles, pero que quiero y respeto.

Hace unos cinco años tuvimos oportunidad de conocer en un Festival Internacional de Cine de Cartagena a este realizador de cine surcoreano y, a decir verdad, nos tramó con su personalidad y manera de ser, además, porque los que no sabíamos mucho de él, tuvimos la oportunidad de ver con él en la sala del Teatro Pedro de Heredia, algunas de sus más extraordinarias películas.

Alegre, emotivo, cálido, sincero, honesto y sensible, que sin saber ni una palabra de nuestro idioma español (todo lo expresó en su idioma, con traductora a mano y con gestos y mímica), se hizo entender de todo ese público que llenó los espacios que se poblaron de cientos de espectadores, donde su sonrisa y expresividad alegraban mucho más esos paisajes de la ciudad vieja allá en la Cartagena del alma, que tuvo la grata y valiosa idea de invitarlo.

Atendió todas las preguntas. Las sesudas y las torpes, con una generosidad impresionante y respondió con una humildad y sapiencia, también apabullantes. Habló de su origen humilde y contó con una naturalidad increíble, los reconocimientos y triunfos que había tenido hasta ese entonces con sus hermosas, transgresoras e inteligentes películas. Le tomó cientos de fotos a toda Cartagena con una sofisticada y pequeña cámara que siempre mostró atada a su cuello, en ella se llevó parte de nuestra brisa, nuestro sol y nuestro mar, sin contar con las almas que raptó con su lente de las calles viejas de la Cartagena antigua.

Recuerdo como si fuera hoy, cuando ya se acababa su Master Class, en uno de los salones de la sede del Festival donde nos hizo soñar con su visión sobre nuestro mundo (y obvio, el suyo, que era muchísimo más sofisticado y extraño y bello que el nuestro),  cuando nos pidió al auditorio entero que le dejáramos cantar una canción que le hacía revivir su alegría cada que lo podía hacer y que no había sido muchas veces, porque además de hermosamente interpretada, lo hizo con tanta pasión, hasta el punto que creo ahora que escribo esta nota, al saber que acaba de fallecer por culpa de ese terrible virus que nos va a enloquecer, que todavía la conservo en mis oídos con una impresionante nostalgia y gratitud, que en homenaje, me animaré a repasar de nuevo su sorprendente filmografía, la que les recomiendo a todos ustedes, amables lectores.

Primavera, verano, otoño, invierno y… otra vez primavera (2003); Real Fiction (2000), La isla (2000), Bad Guy (2001), The Coast Guard (2002), Samaritan Girl (2004), Hierro 3 (2004), Hwal (2005), entre otras.

CINE SURCOREANO

El éxito del cine surcoreano obtenido en los diversos festivales del mundo desde mediados de los noventa, se debe, en parte, al apoyo decidido del gobierno de ese país para la promoción de los trabajos nacionales (en promedio, 150 películas anuales), las cuales están presentes en la cartelera local en mayor número que las producciones foráneas; y, a la vinculación de la multinacional Samsung en el manejo de la industria fílmica.

EL ÉXITO DE KIM KI-DUK

Con expresivas variaciones de planos y de ángulos, y con finos encuadres, la cámara que dispone este genio, logra transparentar la fuerza primitiva de la expresión humana, que busca armonizar su caminar con la manifestación de libertad presente en todo el universo.

Los filmes de Kim Ki-duk nos confirman que es posible crear grandes películas con historias sencillas, sin recurrir a espectaculares efectos visuales y auditivos o a complicados giros narrativos. La misma sobriedad del conocimiento budista, filosófico o del alma humana,  son las armas que acompañan su producción cinematográfica de éxito.

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