“Expansión evangélica”

PADRE PACHO

Es indudable que la modernidad lejos de significar el fin del fenómeno religioso, es un mecanismo que, instituye separadamente el dominio y proliferación de las distintas creencias, en un mundo en constante cambio y siempre en permanente retorno.

Hoy el crecimiento “evangélico” se convierte en un gran desafío, frente al fenómeno mismo de la secularización, que no ha funcionado como un muro capaz de anular aquella mezcla entre religión y política, un crecimiento que tiene también un matiz sociológico, que va ligado a un empobrecimiento acelerado de nuestras comunidades, ofreciéndoseles por medio de estos nuevos nichos religiosos, respuestas mediáticas y supuestamente eficaces como lo son las llamadas “teologías de la prosperidad”.

¿Qué factores están determinando para el movimiento “evangélico”, llegue a un crecimiento tan alto y rápido, en nuestras grandes urbes latinoamericanas y en países con alto grado de emigrantes?

El impulso evangélico sobre todo el Pentecostal privilegian la salvación terrenal, basada en la “cura divina”, con una apuesta por los milagros, que visibilizan la bendición de Dios, quien se siente doblegado por quienes frente a una oferta teológica que ya no es sacrificial y por trueque de sus cosechas, sino por donaciones en forma de dinero, comprometen la acción divina a retribuir la generosidad de sus adeptos; todo un marketing populista para conseguir aumentar, a cualquier precio el numero de afiliados y los recursos financieros para crecer exponencialmente.

En el “El poder Evangélico” una obra de Ariel Goldstein doctor en ciencias Sociales, presenta, cuales son los dos grandes pilares para su crecimiento tan vertiginoso: el primer factor es la cuestión territorial que tiene que ver con la precariedad de la vida de muchas personas sobre todo hispanas que, al emigrar a países desarrollados, se convierten en colectividades evangélicas que crecen vertiginosamente; un fenómeno que está asociado, a la pobreza y a las situaciones de precariedad no sólo económicas sino también afectivas, de nuestras migrantes que viven en una situación de falta de lazos comunitarios, encontrando en estas Iglesias, esos espacios donde los acogen y les permiten sentirse personas y parte de una comunidad; y un segundo factor es el pilar mediático, donde sus líderes se convierten en “influencer” religiosos no solo en sus redes sociales, sino trasladándose a un  imperio, como lo es la arena política, con bloques de representación propia, en Congresos, ministerios y en escenarios políticos locales, imponiendo sus criterios religiosos anti pluralistas, que terminan inclinando la balanza hacia un estado más religioso, todo un peligro no solo para la libertad religiosa, sino para la misma democracia.

Su flexibilidad en la formación de sus lideres religiosos, como su independencia, a instancias centralizadas de dirección, aunque conserven funciones representativas que los congregan, pero no jerárquicas, les permiten crecer rápidamente. Al igual que la posibilidad que tiene cada iglesia de recrear la Buena Nueva adaptándola a la sensibilidad de los distintos nichos sociales y culturales, con lideres religiosos formados en un conocimiento de su feligresía y con las armas para luchar contra el sufrimiento social y personal en comunidades con una gran sensibilidad popular.

El campo religioso protestante, aunque en sus comienzos repudiaba lo que denominaban “el mundo” y en él, lo público, lo político; superado este rescoldo teológico, logran pasar a una segunda etapa, que los lleva a involucrarse es este que hacer, cuyo objetivo no es otro que, la de proteger sus derechos como minoría religiosa, con una defensa férrea de la opción que tiene cada ser humano de elegir libremente su religión y ejercer dicha creencia públicamente, sin ser victima de opresión o discriminación. A partir de allí, se fortalecen las bases de construcción de políticas publicas con una la libertad de conciencia e igualdad de confesiones ante la ley, estrategia que les permite que incluso las religiones históricas, pasen a estar en igual de condiciones que aquellos movimientos recientemente constituidos.

Con el crecimiento de votantes evangélicos, surge la iniciativa de los partidos confesionales, iniciándose un nuevo periodo de intervención no solo en política electoral, sino como interlocutores en diálogos sobre una política publica integral de pluralidad religiosa; convirtiéndose en aliados estratégicos, de partidos tradicionales, con un fin como es el de poder conseguir apoyo electoral, para el gobernante de turno.

Padre Pacho