Por: Ernesto Zuluaga
La que fue una muy aplaudida decisión en su momento pareciera no haber resultado tan buena. En junio del año pasado el entonces alcalde de Pereira, Juan Pablo Gallo, dispuso la construcción de un pequeño desvío en la variante La Romelia-El Pollo contrariando a las autoridades viales nacionales y a los dirigentes de la autopista del Café. Asumió riesgos que le significaron el reconocimiento ciudadano.
Esta vía es de gran importancia regional —especialmente en el transporte de carga— y su cierre ocasiona impresionantes trancones y traumatismos en el funcionamiento de la red vial de la ciudad. Las avenidas 30 de agosto, de las Américas y del Río colapsan en las horas pico y el deterioro de ellas se acelera. Ante tal circunstancia y ante la lentitud y la inoperancia de las autoridades nacionales, Gallo se la jugó al construir un pequeño tramo que sirvió de variante y que obviaba el paso por el sitio de aquella vía donde cayó el derrumbe. Todos —felices— expresamos nuestra complacencia. Pero el tiempo demostró que tal decisión terminó devolviéndose en contra de nuestros intereses.
El Presidente de la República vino a Pereira en medio de la crisis originada por el primer derrumbe y se comprometió públicamente con un aporte en dinero por dieciocho mil millones de pesos para ayudar a enfrentar los múltiples problemas que se derivaban de la tragedia. De igual manera que sucedió décadas atrás con el aeropuerto Matecaña, con la Villa Olímpica y con el Hospital San Jorge, proyectos en los que terminamos siendo nosotros los financiadores de esas formidables infraestructuras, los dineros no aparecieron. Las mismas mentiras de siempre, las falsas promesas, el habitual desprecio por Pereira, por Risaralda y por nuestros votos. Poco nos sirvió ser el territorio colombiano donde más electores acompañaron en dos elecciones a Álvaro Uribe Vélez y después a Iván Duque. Nada obtuvimos.
Nos fue mejor con Santos que al menos nos dio un ministerio aunque fuese en cabeza de un desarraigado coterráneo. Seguramente y en razón a que aquí estamos acostumbrados a hacer las cosas con nuestro propio esfuerzo volvió a suceder lo que se ha repetido históricamente y por muchas veces: la plata nunca llegó.
El actual alcalde, Carlos Maya, haciendo gala de su carácter recio y frío se atrevió a revelar en la última visita del primer mandatario la negligencia y el incumplimiento de la promesa y públicamente le expresó la cruda realidad. Enfrentar a la primera autoridad en un país centralista como el nuestro puede tener repercusiones graves o quizás retaliaciones pero la verdad es que poco debemos esperar de este gobierno que concluirá su mandato con una escasez histórica de recursos por causa de la pandemia.
Enhorabuena la posición adoptada por el burgomaestre local. Tal vez ahora sí, después de la nueva calamidad que nos azota, resulten los dineros de la primera emergencia porque con toda certeza —podemos estar seguros— para esta segunda no vendrá ni un solo peso adicional.
Sin embargo el alcalde debe presionar a las autoridades nacionales para que enfrenten el problema pues el último deslizamiento de tierra ocurrido la semana pasada agrede una de las vías más importantes de la nación y no podemos permitir la libre circulación de mulas y camiones por el centro de Pereira. Ese tráfico debe restringirse exclusivamente a horas nocturnas. Y no sobra recordarle a nuestro burgomaestre que hablar duro parece dar mejores resultados.