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PolíticaLa ventana

La ventana

Por JESUS ALBEIRO ZULUAGA

Desapareció, pero había alguien en la ventana. La ciudad es tranquila sin personas, pero el sitio que me adopta es triste porque ya no hay nadie en la ventana.

Era un ser lindo el que se hallaba allí envenenando su cuerpo con el humo de un cigarrillo, ella en un edificio contiguo al establecimiento expendedor de café, donde me encuentro yo, a una distancia que me permite aprender algunos rasgos: ojos de profundidad incalculable, lejanos y escondidos por unos lentes de moldura tan delgada como el cuerpo de la dama, de una escualidez abrumadora que sugiere mucha fragilidad, coronada por una corta cabellera de niño. Llevaba puesta la máscara de la desesperación. Su camisa color gris entregaba la idea de un preso que sale a tomar aire.

Ante la negativa de fumar dentro del apartamento, sube su corto cuerpo en una silla para alcanzar el cable que abre la ventana del baño. Cigarrillo encendido y mente agobiada, olvidó cerrar la puerta y tal vez su abuelo la descubra.

La joven dispara la primera larga y espesa bocanada hacia arriba, hacia la ventana, para ayudar al viento a disiparla. El humo se pierde afuera y yo siento su olor seco y agrio. Soy Ulises viendo como una ninfa llora.

La ciudad es solitaria sin personas y nuestra guitarra se esparce en su propio ambiente fraternal, entre la soledad del lugar vacío. Pido una canción para ella y espero que la escuche, pero no se inmuta y guarda en su mano el cigarrillo, que saca por la ventana después de cada calada, interminable. El humo es tan denso y constante que al salir de su boca me parece que allá adentro está nevando.

No puedo con ella, no puedo con la angustia de dejarla perdida en ese espacio pequeño con su abuela desalmada que prostituye sus sueños y le prohíbe el cigarrillo mientras su abuelo se atiborra de pastillas para la ansiedad.

En la ventana principal del piso se asoma un abuelo tembloroso con la caja de cigarrillos de la joven y triste prende uno, porque es él quien compra la medicina de la vieja. La primera calada corta del abuelo coincide con la última, larga y desesperada, de la joven. La ciudad es tranquila y detrás de la joven se apaga la luz que iluminaba la ventana, solo es un cristal del edificio. Ya no quiero la guitarra. ¿Qué será de nosotros ahora que ella acabó su cigarrillo y yo acabé mi café?

4 COMENTARIOS

  1. La tristeza que nos hace sentir la Impotencia de ayudar, de alegrar, de compartir momentos de alegría para hacer cortinas de humo a los problemas que poco a poco terminarán,dando pasos gigantes a otros que vendrán.
    Felicitaciones Jesús por no perder la esperanza y continuar dejando huellas en los demás, gracias a sus «propias huellas invisibles».
    2021 nos Recarga de Cambios!

  2. Que gran poeta eres , se nota que tu cabecita no para y siempre está dándote más versos hermosos. Un abrazo Poeta.

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