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Mediterráneo

Por LUIS GARCÍA QUIROGA

Existe una canción que marcó a mi generación y medio siglo después sigue intacta en el buen gusto y el corazón de quienes tienen ambas sensibilidades.

Ni el gusto ni el corazón son simplemente cosas que canalicen la admiración transformada en amor indeclinable por algo tan profundo y bello como Mediterráneo, el poema hecho canción del catalán Joan Manuel Serrat.

Conocí y empecé a amar el poema hecho canción por allá en 1974 cuando en cada hogar en el que había un tocadiscos también había un vinilo de larga duración con la célebre portada donde la foto del joven y rebelde Serrat flota sobre las aguas mediterráneas.

Era fácil cantarla porque las letras de las diez canciones están por detrás de la portada, esa especie de karaoke de cartón que servía de funda para los discos de larga duración.

En la historia de la humanidad el mar Mediterráneo no es cualquier charco. Basta señalar que fue la cuna de la civilización occidental y el epicentro de las conquistas del Imperio Romano. Pero fue Serrat quien lo convirtió en un mito romántico, por supuesto, dos milenios después de que el emperador Marco Antonio atravesara el Mediterráneo para sucumbir dulcemente en los brazos y en los encantos de Cleopatra.

Servicio a la ciudadanía

Fue por ello que, cuando en febrero 2016 llegué a Tel Aviv en Israel a visitar a mi hija Natalia, recordé también que tenía el privilegio de estar en la costa oriental del mar Mediterráneo, del cual, en Israel, que no tiene fuentes de agua dulce, la desalinizan para el consumo humano.

Del texto de la canción, me encanta la armonía de, “Y te acercas y te vas después de besar mi aldea, jugando con la marea, te vas pensando en volver, eres como una mujer perfumadita de brea, que se añora y que se quiere; que se conoce y se teme”. En ese verso, la música baila y canta.

Y me gusta el tono sencillo y de descripción fluida de la letra de Mediterráneo cuando te hace sentir que creces y vives hasta que, “Si algún día para mi mal viene a buscarme la parca, empujad al mar mi barca con un levante otoñal, y dejad que el temporal desguace sus alas blancas”. Expresión que se me antoja, debería complementar la célebre sentencia de Montaigne cuando decía que “La vida es clara, undívaga y abierta como el mar”.

Y en especial me seduce esa sentencia que dice: “Y a mi enterradme sin duelo, entre la playa y el cielo” que se me parece al final feliz de una película donde el Mediterráneo como mar, como poema, como canción, como sentimiento, se idealiza como el escenario para el final feliz de la vibrante película de la frágil y gran aventura que es la vida.

Mi amigo el filósofo Edison Marulanda Peña, quien con disciplina admirable hace 16 años realiza programa Cantando historias, en la Emisora Cultural RAC 97.7 hará sobre Mediterráneo, un especial el próximo viernes 9 de julio de 7 a 8 de la noche.

Todo esto, con motivo de la celebración de los 50 años de la bella canción que un día de 1970 Serrat escribió en el exilio de la dictadura franquista, seguramente inspirado en la playa mediterránea que amontona la arena para guardar amor, juegos y penas.

1 COMENTARIO

  1. Respetado Columnista: realce y significación hacia las ideas que nos comunica la canción Mediterráneo.

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